Una Historia Sentimental

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"Una Historia Sentimental" es una novela que narra la evolución de la amistad inquebrantable de cinco amigos, tres chicos y dos chicas, pertenecientes a la Generación Z. Ambientada en el transcurso de una década, la historia se despliega desde que los personajes tienen 25 hasta los 35 años, explorando las profundidades de sus historias personales entrelazadas en un mundo en cambio constante.

La narrativa captura con agudeza las vicisitudes de sus vidas a medida que navegan por los altibajos de la edad temprana. Cada personaje representa una faceta distintiva de su generación: desde la lucha por la estabilidad laboral y financiera en una economía global impredecible, hasta los desafíos de la salud mental y la búsqueda de propósito y autenticidad en una era dominada por las redes sociales.

A lo largo de la novela, los protagonistas se enfrentan a dilemas personales y profesionales, amores imposibles, y al peso de las expectativas familiares y sociales. Mientras abordan temas como la identidad, la diversidad, el activismo social y la sostenibilidad, sus vidas se cruzan en una red de apoyo mutuo y comprensión profunda.

Con un estilo realista, "Una Historia Sentimental" no sólo es un retrato de la Generación Z, sino también una exploración conmovedora del significado de la amistad, el amor y la resiliencia en tiempos inciertos. Esta novela es un testimonio de cómo, pese a las adversidades, la solidaridad y la conexión humana pueden brillar como faros de esperanza.

 

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Fragmento de la obra:

 

1. Julià y Barto

 


Julià y Bartomeu, amigos desde la infancia, se encuentran bebiendo cerveza en el Café Central de su pueblo, Mataró, en la comarca del Maresme. Es un día de verano, muy soleado, con una pequeña brisa húmeda que hace mover su cabello, tan propia de las comarcas costeras de Cataluña. Bajo la terraza a la sombra, pueden saborear lentamente el sabor amargo y refrescante del líquido elemento. De repente, la voz aguda y estridente de Julià rompe el silencio.

—Barto, hace unos días que no puedo dormir.

—Querrás decir unas noches, ¿no?

—Exacto, unas pocas noches.

—¿Y cuál es el motivo? ¿Hace demasiado calor? Yo duermo siempre como un tronco.

—Estoy absorto en la lectura de un libro que encontré en la biblioteca. Me tiene fascinado y no puedo dejarlo hasta que acabe. Y me temo que, una vez terminado, le seguiré releyendo una y otra vez. ¡Es maravilloso!!

—¿Por un libro no puedes dormir? ¡Qué tonto! A mí esto nunca me quitaría el sueño. En cambio, cuando pienso en Magda, entonces la cosa cambia mucho.

—Barto, concéntrate en lo que te digo. ¡Es un libro fantástico!

—Magda aún lo es más, ¡te lo aseguro! ¿La has visto últimamente? ¡Lleva unos “shorts” y unas blusas medio transparentes que me dejan sin aliento! Cuando viene el verano, ya tiemblo.

—¿Aún no le has dicho que te gusta?

—No.

—¿Y por qué?

—No lo sé. Cuando estoy delante de ella, me quedo mudo. ¡No me salen las palabras! Tiene sobre mí un efecto hipnótico, que crece a medida que se me acerca hasta que me deja paralizado. Podría pincharme con una aguja y no sentiría nada. Podría pisarme el pie y yo reaccionaría igual que lo hace una estatua de mármol. Es una sensación que me supera.

—Pero entonces, si no le dices algo, al final se irá con otro que no sea tan sensible como tú.

—Tienes razón, Julià. Cada día pienso en ello, sin encontrar ninguna solución.

—Si quieres puedo hablar con ella.

—¡No! ¿Qué le dirías? ¿Tienes un amigo cobarde que no se atreve a dirigirte la palabra, ni a mirarte a los ojos?

—Barto, tú normalmente miras otras cosas de una chica.

—Hablo en serio, Julià.

—Disculpa. Así que, ¿no quieres que hable con ella?

—Creo que no. Aún sería peor.

—Pues si no te espabilas, la palomita levantará el vuelo, y tú te quedarás de piedra.

—Bueno, lo sé. He pensado en comprar un libro de autoayuda.

—No te servirá de nada, te lo aseguro. En cambio, el que yo he encontrado, éste sí que podría echarte una mano.

—¿Y qué libro es ese?

—Tiene un título muy corto: “Paideia”

—¿Paideia? ¿Y qué significa esto?

—Es griego antiguo, ignorante. Significa "educación".

—¿Y por qué te gusta tanto?

—Habla de los ideales griegos, de cómo este pueblo de la antigüedad fue capaz de crear una escala de valores morales que hoy todavía perdura.

—¿Ah sí? No me había enterado. ¿Y esto nos afecta a nosotros?

—Por supuesto que sí. Por ejemplo, si no te ves capaz de decirle a Magda lo que sientes por ella, es porque te falta coraje, uno de esos valores morales de los que se habla en el libro.

—¿Sólo me falta coraje?

—Sí, y algún otro valor más no te iría mal. Según el libro, se trata de llegar a la "areté".

—Otra palabrota antigua, ¿no?

—Sí. Tiene diferentes significados, pero todos apuntan a la idea de la excelencia y la heroicidad como forma de vida.

—Vamos, que debemos convertirnos en Superman. ¿Eso es lo que me estás diciendo?

—Más o menos.

—Pues no hacía falta que te leyeras ese libro, ni que perdieras tantas noches, para llegar a esa conclusión. Me lo podías haber preguntado a mí.

—Barto, ¿qué sabes tú de ser un héroe? ¡Pero si ni siquiera sabes atarte los zapatos!

—Ni falta que me hace. Yo voy con alpargatas todo el día, y si pudiera, iría siempre descalzo.
—Vamos, no seas tan rústico. No creo que a Magda le gustara.
—¿Y según tú, tengo que ser un tipo refinado para gustarle?
—Pues claro, hombre. A las chicas les gustan los detalles, y que les hables dulcemente. ¿O es que piensas tratarla como lo haces con las cerdas de tu casa?
—Julià, ahora te has pasado.
—De acuerdo, pero lo digo para que lo entiendas. El libro habla de héroes, pero también de excelencia moral. De capacidad de lucha y sacrificio. De no tirar la toalla a la primera adversidad de la vida. En el fondo, se trata de construir un ideal de hombre que aspira a ser el mejor entre quienes lo rodean.
—¿Y por qué hay que ser el mejor? ¿No es suficiente con vivir la vida tal como viene, tranquilamente y sin quebraderos de cabeza?
—Quizás sí, Barto. Pero piénsalo un poco. ¿Quién se acordará de nosotros dentro de ciento cincuenta o doscientos años?
—Supongo que nadie.
—Exacto, nadie se acordará de ti ni de mí. Nuestra existencia en este mundo habrá sido en vano, ¿no te parece?

La pregunta de Julià quedó suspendida en el aire. Los dos jóvenes se miraron como si el tiempo se hubiera detenido. Al cabo de un rato, Barto rompió el silencio.

—Quizás tengas razón, nadie se acordará de nosaltros. Pero, por otro lado, ¿qué necesidad hay de ser recordado? Tal vez yo no quiera que me recuerde nadie. ¿Qué sacaría de eso? ¿De qué serviría? Creo que, dentro de doscientos años, la gente que viva en aquella época ya tendrá sus propios problemas y quebraderos de cabeza, como para tener que ocuparse de pensar en gente que les precedió décadas atrás. ¿O es que tú te preocupas por los que nos precedieron a nosotros? Y además, no estoy dispuesto a aceptar que mi vida solo valga la pena en la medida en que yo sea recordado en el futuro.
—Barto, a veces me sorprendes. Tu exposición es contundente. Pero no me has convencido. Sigo pensando que las almas de altos vuelos lo son porque quieren ser recordadas. De hecho, luchan por conseguirlo, y eso es lo que las hace ser grandes.
—¿Eso es lo que has leído en ese libro?
—Sí.
—Pues muy bien, pero de momento me conformo con mis queridas cerdas.
—¡No lo dirás en serio!
—Claro que no, cabeza de asno. Mis cerdas solo son un "modus vivendi", un medio para no morirme de hambre. Ahora, lo que tú propones va mucho más allá, si no lo he entendido mal.
—Exacto, lo has entendido muy bien. Se trata justo de eso que acabas de decir, ir más allá, mucho más allá.
—Sí, Julià, pero ¿hacia dónde?

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