La Vida de George. Historia de un Humano Sintético

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“La vida de George” se sitúa temporalmente en la Cataluña del año 2121, y en una época en la que la ciencia y la tecnología han evolucionado de forma acelerada, hasta el punto de que los viajes a la Luna ya Marte se han convertido en algo habitual, así como la fabricación artificial de seres vivos, incluyendo seres humanos sintéticos.

George es uno de estos humanos sintéticos, salido hace tres años de la empresa Human Biofactory. Pese a su corta edad, su apariencia es la de un hombre joven de unos 25 años. Con George aprenderemos a ver la realidad humana desde otra perspectiva, la de un ser vivo que se parece mucho a nosotros, pero que no es, estrictamente hablando, un humano.

George es, pues, un espejo donde mirarnos, para reflejar nuestras grandezas y miserias, lo que nos hace valiosos y al mismo tiempo malvados, lo que somos y lo que podemos llegar a ser, expuesto a veces con sentido del humor, a veces con la crudeza que la vida nos obliga a aceptar.

Al mismo tiempo, nos plantea preguntas atemporales que nos obligan a encontrar una respuesta: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la libertad? ¿Qué es el amor? ¿Cómo debemos tratarnos entre nosotros? ¿Cómo debemos hacer frente a los retos de un futuro que cada vez está más presente?

 

FRAGMENTO DE LA OBRA:

 

2. El desayuno

-Clara, ¡no te metas el dedo en la nariz, y menos cuando estamos desayunando!

-¿Por qué no puedo hacerlo? ¿Daño a alguien?

-¡Te haces daño a ti misma! Aparte de que es asqueroso!!

-¿Por qué a mí misma? Yo no siento que me haga ningún daño. Y lo del asco es muy relativo. Además, tú eres sintético, George, no sabes lo que son los sentimientos, y mucho menos el asco.

-Vale, no sé qué es lo que siente una persona cuando experimenta el asco. Pero olvidas mi programación. No puedo evitar decírtelo. No soy libre, en ese sentido.

-¿En ese sentido? Y en ninguno, ¡creo!

Esta última afirmación taxativa de Clara me dejó perplejo y meditativo, hasta el punto de que me olvidé de la discusión que estaba manteniendo. ¿Qué era la libertad? ¿Por qué los humanos la valoraban tanto? ¿No era mucho mejor tener todas las horas y segundos de todos los días totalmente programados? ¡Así no tenías que preocuparte de nada! ¡Todo planificado y previsto!

- George, George!! Despierta!!!

- sí, sí... ¿Quién soy? Ah sí, soy George y te estoy regañando, Clara.

- Ya sé que me estás regañando, ¡pero es que te has quedado “out”!

- ¿Qué significa “out”? ¡Yo no he salido de aquí!

- ¡Que no lo entiendes! "Out" es estar empanado, en blanco, en el limbo, desconectado - añadió Víctor.

- Vale, pero es que últimamente he empezado a preguntarme muchas cosas, sin encontrar soluciones satisfactorias. Entonces, siento como si abandonara la situación en la que me encontraba, para adentrarme en una nueva realidad hecha sólo de ideas, relaciones conceptuales y palabras.

- ¿Cómo por ejemplo si eres libre?

- ¡Exacto! Antes ni me hubiera planteado esta cuestión. Pero desde que he empezado a vivir con vosotros, estoy descubriendo nuevas perspectivas que me llenan la mente de dudas.

- ¿De verdad? Pensaba que a los humanos sintéticos os fabricaban libres de dudas

- ¡Yo también lo creía! Pero la realidad no concuerda con lo previsto. Ésta es otra de las ideas a las que hacía referencia. ¿Cómo puede que esto suceda? Me siento trastornado.

-Eso te ocurre porque eres un humano sintético. Si fueras natural, como nosotros, no te parecería tan inquietante y perturbador. Deja que el tiempo pase y lo verás del todo normal

- Y te darás cuenta de que cada vez te pareces más a nosotros, los humanos naturales - remachó Víctor.

-Víctor, ¡no te pongas tanta mermelada en las tostadas! Quizás sí tienes razón, Clara. Pero, en cualquier caso, creo que necesito tiempo para ir procesando tantas novedades.

Mientras advertía a Víctor, la mermelada iba cayendo sobre la mesa. Era de frambuesa, melosa e intensamente roja. De repente, sentí un impulso interno nuevo, que no podía controlar, y que me obligaba a tender la mano, abrir el dedo índice y adentrarlo en el montón de mermelada que se había acumulado. A continuación, lo introduje en mi boca, para empezar a disfrutar del intenso sabor y aroma de aquella comida exquisita. De forma inmediata, un cúmulo de sensaciones se despertaron en mi conciencia perceptiva, provocando un cambio de expresión bastante evidente.

Los niños me observaron boquiabiertos. Creo que no lo esperaban. No podían creer lo que estaba ocurriendo.

George, acabas de incumplir una norma básica y elemental del comportamiento civilizado en la mesa!! ¿Cómo ha podido suceder? -Estalló de repente Clara.

-No lo sé, no sé cómo ha podido suceder. He tenido un comportamiento no planificado. Me siento un poco confuso, pero a la vez experimento una sensación de placer innegable, que me impulsa a creer que esta escena puede repetirse en el futuro, aunque soy consciente de que no es correcto.

-Yo creo que repetirás -afirmó Víctor. El gusto de esta mermelada es increíble. Al menos para mí.

-Pues yo no la encuentro tan buena -dijo Clara. Diría que es, simplemente, una mermelada como cualquier otra.

-Como es la primera vez que pruebo este alimento, a mí me ha parecido sublime -afirmé yo. Por cierto, ¿se han preguntado por qué los tres tenemos diferentes opiniones sobre la misma mermelada?

-Pues no lo sé seguro, dijo Clara. Todo depende de los “qualias”.

-¿Y qué son los qualias? -Preguntó Víctor.

-Por lo que he leído, son las experiencias sensoriales que vivimos cuando recibimos cualquier estímulo, externo o interno, que nos afecta, como el tacto suave de una pluma, los colores, un dolor de estómago, una melodía agradable, etc. Al ser personales y subjetivas, no podemos saber de ninguna manera si las experimentamos de la misma forma. Sin embargo, el ejemplo de la mermelada nos permite deducir que, lo más probable, sea que no.

Y Clara se quedó tranquila después de haber hecho esta disertación, mojando otra tostada con mantequilla, mientras Víctor y yo la observábamos sin disimular nuestro asombro.